miércoles, junio 05, 2013

Discurso de José A. Moreiro González en la entrega de la Medalla al Mérito Académico



Acto de entrega de la Medalla al mérito a José A. Moreiro González por la Escuela de Bibliotecología y CC.II. Universidad Nacional Mayor de san Marcos.

Lima, 28 de mayo de 2013.

Palabras de agradecimiento de José A. Moreiro González

Excelentísimas autoridades académicas presentes; estimados colegas profesores y estudiantes; queridos amigos y amigas bibliotecólogos que me honráis asistiendo a este acto:

Tengo que expresar en primer lugar mi más vivo agradecimiento a la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información y a la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por el honor que me concede con esta medalla. Un reconocimiento inesperado y triplemente valioso para mí, tanto por venir de un país hermano, como por surgir la propuesta y la tramitación de mi área de estudios, la Bibliotecología y Documentación, sin duda por iniciativa gentil del Dr. Alonso Estrada, pasando por gestarse desde el ámbito universitario, precisamente desde la universidad que se distingue por ser la institución de educación superior más antigua de América y la primera universidad de este continente que se constituyó oficial y solemnemente, al recibir todas las formalidades reales y canónicas necesarias en el siglo XVI.
Al concederme su medalla al mérito, esta casa superior de estudios me honra inmerecidamente, pues la única virtud con la que puedo comparecer ante Uds., es la del amor por la profesión de ser profesor y que, por ello mismo, no es un mérito mío sino de los grandes maestros que me formaron como lo fueron de manera destacada Millares Carlo, Bethencourt Massieu, Manuel Rabanal, Teófilo de Gusendos o Joaquín Azcárate.  Como se reconoce en el antiguo ceremonial de la Universidad de Salamanca, este acto es para mí significación y aviso de cuanto me queda por aprender, y recordatorio de que, por grande que pudiera ser mi conocimiento, deberé rendir siempre veneración a la doctrina de mis maestros.
A esta valoración se añade, y así lo percibo con claridad, que esta medalla es también un reconocimiento al mérito de los cientos de colegas universitarios, en especial de mis compañeros de área y departamento, que reúnen sobrados y superiores méritos, y a quienes en este momento me siento deudo por su apoyo y colaboración a lo largo de muchos años.
Desde luego, el hecho de ser profesor no se puede cumplir si no hay alumnos que te han caminado contigo en la búsqueda del conocimiento. Alumnos siempre jóvenes y siempre abiertos a la sabiduría, que te obligan a actualizarte y a dar lo mejor. Sin ellos no hay profesión docente, ni tiene sentido la investigación y, por lo tanto, no habría vida universitaria. Alumnos que empiezan ilusionados la carrera y, antes de darnos cuenta han salido a la vida una vez graduados a devolver a la sociedad lo que esta les dio. Son la razón que da cuerpo a una vocación entrañable, que devuelve mucho más de lo que tú pones, pues los jóvenes te reintegran con su esfuerzo y progreso cien veces lo que hayamos podido entregarles.  
Asimismo, es un momento de manifestar la perenne gratitud con mis padres. Soy el mayor de una familia de seis hijos que hemos estudiado desde las estrecheces de un presupuesto familiar a repartir entre tantos, siempre con la necesidad de contar con becas y de no frenar las aspiraciones de los que venían detrás. Mi recuerdo más entrañable, pues, para mi familia, la mejor, como lo es para cada uno de los que aquí estamos la suya, que hoy no pueden estar aquí, pero a los que siento cerca con el corazón.
Y, desde luego, con Carmen, mi compañera de viaje por la vida, que ha apoyado siempre mi actividad profesional sin importarle quitar horas a la convivencia.
Llegados aquí, déjenme un momento para pasear por la memoria. Desde los primeros recuerdos de la infancia, las canciones eran el vehículo para viajar desde una imaginación deductiva y fueron las primeras vivencias que un niño de la postguerra mundial tenía sobre un país lejano y evocador.
Recuerdo aún con viveza el descubrimiento de fray Escoba a través de cómics y películas y cómo me hizo gustar de los picarones antes de haberlos probado nunca.
Luego en la universidad me impresionaron la fuerza y maestría del Inca Garcilaso, de León Pinelo y hasta de Chabuca Granda.
Y más cerca, pero no tanto, el primer viaje a Lima, traído precisamente, como en esta ocasión, por el ICPNA, para participar en el ABLA del año 2000. La primera vez se olvida menos.
Y de aquella ocasión me ha quedado grabado a cincel la visita al museo con motivo de la recepción oficial a los invitados, y lo descortés que fui con los organizadores. Saludé, atendí, pero  no me quedé. A nadie se le ocurre atender en exclusividad al cóctel de bienvenida cuando se celebra en el Museo nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, y mira que la comida peruana es sabrosa. Pero poder visitar casi sin gente la riquísima colección que ese museo contiene era una ocasión imperdible. Todo un gozo estético e histórico, completado con una presencia a saltos ante los concurrentes.
Fue el primer contacto con Lima, aquella opulenta capital virreinal de los estudios en la licenciatura de Historia, que me dejó entender la magnificencia y la exquisitez de su arquitectura religiosa, lo sorprendente de sus palacios y casas del periodo colonial, lo inédito e interrogador de los restos precolombinos. Atendí con afecto a las lecciones que me daban los museos, a comprender la vitalidad de sus barrios y municipios, a gustar de los deliciosos sabores de una de las más interesantes cocinas del mundo y, por encima de todo, a apreciar la amabilidad y el calor con que me recibió su gente. Manteniendo desde entonces un contacto fecundo, enriquecedor y extremamente agradable, como muestra el acto que aquí nos convoca.
Pues en este ambiente de feliz compañía y hermosa reciprocidad les reitero mi más sincero agradecimiento por haberme dado su confianza, también mi agradecimiento a las personas que han decidido estar hoy aquí suspendiendo sus múltiples ocupaciones. Al tiempo que confirmo mi compromiso con todo lo que esta institución representa deseando, en la medida en que me ayuden las fuerzas, seguir siendo un elemento de apoyo y colaboración.

José A. Moreiro
Departamento de Biblioteconomía y Documentación

Universidad Carlos III de Madrid
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